jueves, octubre 06, 2005

Nithra

Una historia que escribí hace tiempo, a ver qué os parece (probablemente acabe haciendola tb en comic, o continué cn el personaje)
Después de cruzar rápidamente la mojada calle se dirigió hacia un callejón oscuro, sucio y estrecho, en donde debería esperar. Eso era lo que Nithra odiaba más, la espera. Ni la mugrienta suciedad, ni el mohoso silencio que se extendía por el pequeño callejón. La espera. Como joven hodur que era, la paciencia no constaba entre sus cualidades y menos si debía esperar con ese “paquete”. Abrió la empapada mochila verde y miró con aprensión lo que en su interior había. Suspirando, volvió a cerrar la mochila y sonrió. El “paquete” seguía ahí, durmiendo tranquilamente, sin enterarse absolutamente de nada. Tras unos cinco minutos (cinco siglos para la impaciente Nithra) el destinatario apareció. Alto y enfundado en una negra levita, miró a la joven con resabida superioridad y le tendió un fajo de billetes.
-Toma.
-Hum... -contestó Nithra, abriendo de nuevo la mochila y sacando una pequeña criatura que dormía, resoplando suavemente- Aún le dura el encantamiento... de todas formas espero que tengas un bote donde guardarlo porque...
-Sé como tratar a estos seres -le interrumpió el personaje de negro- coge este sucio dinero de mortal y lárgate.
-...Podría desgarrarte aquí mismo, quedarme con tu preciada criatura y sabotearte este “sucio dinero” -le susurró la hodur, al mismo tiempo que sus pupilas se estrechaban y sus uñas se transformaban en garras-.
-Déjate de bravuconadas y lárgate de una vez.
En realidad, sabía que estaba en el territorio del payaso de la levita, así que poco podría hacer. Trató de serenarse y con una última mirada hacia el pequeño ente y a su ahora dueño, Nithra se fue del callejón, ocultando sus rasgos animales como bien podía en la oscuridad de la noche.

La sangre le hervía de una manera horrible, necesitaba descargar su ira sobre algo...o sobre alguien. <>. En ese momento, comenzó a llover de nuevo. Nithra miró al cielo y suspiró. Cruzando rápidamente la calle, se dirigió hacia el pequeño parque que le había visto nacer. Allí se sentía verdaderamente a gusto, protegida, a salvo de todo. Allí se tranquilizaría. Pero alguien estaba invadiendo aquel sagrado lugar. Dos jóvenes humanos estaban allí, bajo la lluvia. Uno, alto y corpulento, no paraba de eructar grotescamente. El otro, bajo, aniñado y con cara de rata se limitaba a beber sin parar. Tras apurar una botella asquerosamente sucia la estampó contra el suelo, rompiéndola en mil pedazos. El grandullón paró de eructar y dándole una palmada en la espalda a su compañero, que casi rodó por el suelo, empezó a reír y a hacer lo mismo con las numerosas botellas que tenía alrededor. Con cada impacto, la furia animal de Nithra se iba acrecentando más y más. Cualquier otra noche hubiese sido distinta, hubiera dejado a los jóvenes en paz y después, limpiaría aquel estropicio de cristales rotos, alcohol y vómitos. Pero habían elegido una muy mala noche para estropear con su presencia aquel bello lugar. Se dirigió hacia ellos y sonrió, dejando entrever sus colmillos blancos, que ansiaban teñirse de rojo. Haciendo sonar sus nudillos y con la cola negra de lobo agitándose como cuando un cachorro va a recibir una caricia, se fue acercando, irradiando un poder destructor. En el mismo momento en que la última botella se estrellaba contra el mojado y mugriento suelo una mano que más parecía una garra de lobo se abalanzó sobre el cuello del chico grande. Le miró la cara. Tenía una extraña sonrisa, como de satisfacción.
-Borra esa mueca, imbécil –espetó Nithra-. No quiero que mueras sonriendo.
-¿Y gué me vas a hacer si no la borro, eh?¿Gué me puede hacer una día como dú?
-A ver que te parece...esto. –al tiempo que decía esto, un crujido llenó el rumor de las gotas que impactaban contra el suelo y la sangre que salía a borbotones del cuello de su víctima se mezclaba con el alcohol y los cristales que había en el suelo. Ampliando más su sádica sonrisa al ver la sangre, Nithra se regodeó al ver como la vida se escapaba de los ojos de su presa-...Que pena...¿ya no sonríes?

Girándose para acabar con el chico de cara de rata, soltó el cuerpo del descomunal adolescente sobre el césped enrojecido y húmedo, deleitándose al escuchar como su cuello roto rebotaba contra el suelo. Como una marioneta que a dejado de divertir a los niños, el cadáver quedó en una postura que le habría sido imposible ejecutar cuando aún vivía. Tras unos instantes que le sirvieron para observar a su próxima víctima y al miedo que por sus venas corría, se lanzó hacia ella, reventándole en mil trozos informes la cabeza. Sonriendo con una dulzura casi maternal, arrancó los corazones de ambos chicos y, bajo la lluvia, los devoró. Más tranquila ya, y con el estomago saciado, se sentó entre los charcos de sangre y vísceras desparramadas. Mirando hacia el cielo distinguió como la tormenta se empezaba a disipar y empezó a limpiar los destrozos que los niños y ella misma habían causado. Aquel parque no era su hogar, ella vivía en un apartamento con otro par de holdurs y un wendigo, pero por ser de la raza que era, se sentía muy atada a su lugar de nacimiento. Después de haber limpiado los despojos de sangre, alcohol y demás inmundicias, se dirigió hacia el centro mismo del parque. Allí había un circulo de reunión, y allí había nacido. Era un macizo de flores azules, que los jardineros humanos sin duda se habrían atribuido el mérito de crear. Se sentó en medio, sobre la hierva mojada y se desprendió de su ropa, ya que estaba cubierta de sangre y no podía permitir llegar de esa guisa a su casa. Después de todo, si convivía con aquellos tres no era porque tuvieran ningún lazo sanguíneo o espiritual, era simplemente por pura necesidad. Por tanto ninguno debía saber que había ocurrido, los secretos eran la red sobre la que estaba escrita aquella relación y ella no la iba a romper más de lo necesario. Mirando su propia y pálida desnudez, sonrió. Estaba sola, así que se transformó. Un lobo grande y negro apareció en su lugar. Un lobo con una mochila verde que echó a correr en dirección opuesta al callejón, dejando atrás el parque, cruzando velozmente las calles de la ciudad dormida.

Atravesando rápidamente el portal que nunca estaba cerrado, subió hacia su casa. Aún era pronto y probablemente no habría nadie. Pasando con dificultad por la estrecha entrada para perros que habían hecho instalar al portero, se volvió a transformar y se dirigió hacia el cuarto comunal. Allí cogió unas pocas ropas y ocultó su mochila verde, que aún estaba empapada. Contó el dinero y lo volvió a guardar. Se dirigió hacia el baño. En el espejo roto que colgaba de la pared observó su cara y su cuerpo. Sus pupilas habían vuelto a su estado de humano, y sus ojos ya no eran rojos, sino de un bonito color gris claro. Sus orejas eran como las de un humano cualquiera y sus colmillos habían regresado a su estado mortal casi por completo. Nunca eran del tamaño que debían ser, siempre más afilados y amenazantes que los de una persona, pero eso le daba igual, no acostumbraba a hablar con humanos más de lo necesario. En realidad, se dijo para sí, pocos humanos la habían visto sonreír sin morir después. Sus uñas volvían a ser blancas conchas, que aunque afiladas también, sólo conseguirían hacer una pequeña cicatriz como mucho. Mirándose con más atención las manos, sonrió. Cuando sacaba sus garras era temible y aquello la complacía más que nada en el mundo.

Llenando la bañera hasta arriba con agua caliente se metió en ella y sonrió. Repasó la noche: Había ganado un dinero extra por una captura que ella no había realizado, había adecentado su lugar de nacimiento tras una buena comida y una masacre muy divertida y ahora debería esperar como mínimo unas tres horas más hasta que llegaran sus compañeros. Era el único momento en el que no le importaba esperar.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Si es la "buena" de la historia, te recomiendo que le proporciones esttímulos positivos. A nadie le gusta un psicópata asesino si no tiene estímulos positivos (ejemplo claro es Raistlin, un cabrón con motivos).

Si es la mala, que se congratule aún más en el dolor. Mata demasiado rápido. Que disfrute del sufrimiento (ejemplo Bateman de American Psico, psicópata hasta la médula).

El Mago:*

3:47 p. m.  
Blogger Artemisa said...

¡¡Me encantaa!!

Pero lo que dice Mago es cierto, cuando está matando a los chavales... si es "buena" debería sentir indiferencia, lo hace porque le están manchando su santuario. Y si es mala, que disfrute un poco de la sangre y tal.

¿¿Y qué era ese ser alado?? ^^

3:44 p. m.  

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